Ejercicio de alta intensidad, un aliado para personas con asma y obesidad

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La obesidad y el asma son dos graves problemas de salud pública que cada vez son más frecuentes a nivel internacional. La Organización Mundial de la Salud (OMS) incluye estas patologías dentro de las principales enfermedades crónicas.

De acuerdo con Luis Torre Bouscoulet, especialista en Fisiología Respiratoria, una persona con obesidad tiene en su sangre diversos marcadores que traducen la existencia del proceso inflamatorio activo. Estudios epidemiológicos han descrito que la obesidad incrementa la incidencia de asma.

En entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, Torre Bouscoulet, quien es subdirector de investigación clínica del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), explicó que algunas de las moléculas inflamatorias en personas con obesidad pueden precipitar un descontrol asmático. El estado inflamatorio de estas dos patologías conlleva a una mayor presencia de síntomas y crisis de asma.

A decir del especialista, uno de los problemas en pacientes asmáticos obesos es definir cuál de estas dos patologías limita su capacidad de ejercicio.

Con el objetivo de conocer el efecto de la actividad física en estas condiciones, investigadores del INER realizaron un estudio que pone en evidencia que el ejercicio de alta intensidad incrementa los niveles de moléculas antiinflamatorias en pacientes con asma y obesidad.

“La coexistencia de estas dos enfermedades es cada vez más frecuente en la población, por lo que quisimos investigar cuál es el comportamiento del patrón inflamatorio de pacientes con asma y obesidad al someterlos a ejercicio, creemos que hacer ejercicio aun en condiciones de corta duración podría ser útil”, añadió el también miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) nivel II.

El estudio realizado en el periodo 2012-2014 incluyó tres grupos: pacientes asmáticos obesos, individuos con asma sin obesidad y obesos sin asma (todos ellos adultos), a quienes se sometió a una prueba cardiopulmonar de ejercicio. Se analizaron los consumos de oxígeno y las concentraciones séricas de citocinas pro y antiinflamatorias antes y después de la prueba.

“Los individuos realizaron ejercicio máximo en bicicleta en un corto periodo de tiempo. Electrónicamente controlamos la resistencia al pedaleo de la bicicleta. La prueba permitió disecar la contribución relativa de estas dos enfermedades en el rendimiento de las personas durante el ejercicio”, explicó el doctor en Neumología.

Los resultados del estudio reflejaron una disminución de moléculas inflamatorias en el grupo asmático con obesidad e incremento en la presencia de moléculas antiinflamatorias.

“Tradicionalmente se han realizado estudios en los que se evalúa la actividad física a mediano o largo plazo, por ejemplo, en programas de rehabilitación de varias semanas. Aquí observamos que el ejercicio corto de alta intensidad puede ser útil para modificar el perfil inflamatorio en pacientes asmáticos obesos”, dijo.

De acuerdo con el subdirector de investigación clínica, los efectos específicos que provoca el ejercicio sobre el proceso inflamatorio en pacientes que padecen asma y obesidad hasta ahora no habían sido esclarecidos, por lo que estos resultados contribuyen al conocimiento acerca de los factores que limitan la actividad física en pacientes que presentan esta asociación.

“Poco se conocía sobre el efecto del ejercicio en estas condiciones; el asmático no obeso se beneficia del ejercicio y se controla mucho mejor, pero desconocíamos el porqué. Ahora sabemos que disminuye el perfil inflamatorio y con ello se reduce la presencia de síntomas y crisis de asma. Lo anterior facilita al paciente el control de su enfermedad. Intuitivamente pensaríamos que un ejercicio con poca intensidad pero más duradero llevado a cabo de forma cotidiana podría ser mejor, pero esta prueba que dura pocos minutos muestra cambios rápidos en el proceso inflamatorio”, agregó.

El integrante de la Academia Nacional de Medicina de México (ANMM) manifestó la importancia de continuar con estudios adicionales que evalúen cómo el ejercicio cotidiano realizado en varias semanas podría modificar el perfil inflamatorio de los sujetos que presentan la comorbilidad.

Por último, agregó que el ejercicio debe ser considerado por los pacientes y la sociedad en general como una parte constituyente del tratamiento de estas enfermedades.

“No deberíamos pensar en el ejercicio como un hábito, sino como parte del tratamiento y esto es difícil transmitirlo a la sociedad. No debemos olvidar que para un mejor tratamiento en casi cualquier enfermedad el ejercicio es fundamental”, concluyó.

Fuente: Agencia Informativa Conacyt

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